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Los recolectores de guano

Taller de escrituras a partir de una serie fotográfica de Rodrigo Gomez Rovira.

Alumnos de 2nde.

Por la mañana del cuatro de febrero 1986, el pueblo de Chupika se despertaba poco a poco con el ruido de las olas encrespadas que golpeaban las rocas.

Pablo, el recolector de guano, se levantó a las cinco en punto, cuando todavía las estrellas y la luna brillaban. Vistió su ropa sucia, arrugada y húmeda del día anterior. Cuando llegó al lugar donde se encuentra el guano, los recolectores ya estaban sudando, bajo el cielo lleno de gaviotas.

Como sus colegas, se puso a trabajar.

En hilera, encorvados y sin descanso, recogían el guano con sus manos. Luego, llenaron miles y miles de bolsas del guano recogido y las hacinaron, una a una, formando una montaña.

Y eso se repetía día a día.

Chiara y Camila 

Es la historia de mi padre, Juan, un recolector de guano.

Vivíamos en una pequeña isla peruana llamada Chincha. Mi padre salía a trabajar todas las mañanas antes del amanecer. Se reunía con sus compañeros a orillas del mar. Comenzaban a colectar el guano de los numerosos pájaros de la isla. Estaban  agachados todo el día. Era como si cargaran el peso del cielo. Después ponían el guano en enormes bolsas que los recolectores transportaban por un camino rocoso. Cuando veía a mi padre en el trabajo, me parecía que al llevar esas bolsas podía caer a cada paso. Ese trabajo era agotador. Al fin del día todas las bolsas formaban una enorme pared que parecía alcanzar el cielo. Cuando volvía a casa le dolía muchísimo la espalda y estaba tan cansado que se iba enseguida a la cama.

 

Ana, Andréa et Marion

En una isla de Perú, un hombre llamado Antonio trabajaba duro día a día. Era recolector de Guano y siempre se levantaba muy temprano para trabajar. Vivía en una pequeña casita en las Islas Chincha, en el sur del país. Antonio siempre se ocupaba bien de su casa, el vivía solo, con sus plantas y sus cultivos.
 

Por la mañana, Antonio iba a trabajar, recolectando guano y siempre se mojaba, así que por las noches ponía a secar su ropa (...). El siempre cargaba bolsas llenas y muy pesadas y le daba dolor de espalda de vez en cuando. Antonio no tenía muy buenas relaciones con sus colegas de trabajo, eran muy deshonestos y no tenían honor. Según Antonio ellos no merecían ni el respeto de una paloma. Esos tipos siempre peleaban y nunca eran solidarios entre ellos. (...)

​

Santiago y Ruben

Algunos poemas de nuestro-a-s alumno-a-s.

La autopista

​

Como un as de luz.

Como un relámpago diluyéndose en la negrura del asfalto.

Como un látigo silencioso y eléctrico.

Dirigido al horizonte, a lo límpido, a lo ajeno.

Así se extiende la autopista.

Ello desnuda la tristeza urbana.

La vuelve explicita.

Mostrando con el silencio de su asfalto,

el ruido de todo lo que la rodea.

Con ella me voy.

Confiada en su promesa de huida, me abandono.

(Sin título)

​

En esta ciudad vacía
Camino por la autopista,
Sin siquiera una vida o voz,
Y las oscuras torres
Donde viven gigantes.

No vengo de ningún sitio,
Y no voy a ningún lugar,
Sin patria, país o hogar,
Avanzando solo por el camino.

Contemplando esta inmensidad
Realizo mi soledad.
Yo solo soy un extranjero,
Perdido en lo desconocido.
Disfruto de mi vista
Bajo esta nube negra.

No vengo de ningún sitio,
Y no voy a ningún lugar,
Sin patria, país u hogar,
Avanzando solo por el camino.

En la frontera del mundo,
No se oye ni un grito.
El silencio es libertad,
La prisión la humanidad.
Me lamento  por mi vida,
En esta ciudad vacía.

​

Guillem

Cuando ella despierta 

​

Me despierto en mi habitación,
Al oír los ruidos de la ciudad madrugadora.
Al abrir la ventana escucho la canción,
De la carretera despierta a todas horas.
Pasan uno, dos, tres.
Los coches se confunden en el paisaje urbano.
Como unos salvajes leones,
Rugen y corren más rápido que el rayo.

Al girar la cabeza veo al igual que ayer,
Como la ciudad se va despertando.
En la inmensidad donde uno se puede perder,
El cielo grís poco a poco se va aclarando.
Entonces miro con tristeza,
Como otro día va pasando.
En esta amplia tierra donde uno no puede ir andando.

Tanto su gente como sus paredes,
La ciudad sigue con ritmo monótono.
Levantarse, trabajar y acostarse,
Todos seguimos el mismo camino.
Y yo individuo entre otros y aislado,
Mirando sin saber,
Lo pequeño que soy en esta ciudad sin placer.

Maya M.

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